«Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que moras entre los querubines, sólo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste los cielos y la tierra» (16).
Ezequías oró al Señor (1-20)
A pesar de ser impotente ante un comandante, Ezequías era un hombre de fe. Él manda informar a Isaías sobre la burla contra el Dios viviente. Isaías le dijo que no tuviera miedo. Queriendo pasar a Cus, Senaquerib envió una carta en la que comparó a Dios con los ídolos. Este fue un error fatal. Ezequías llevó la carta al templo y oró al Señor. Él sabía quién era Dios: el Señor Todopoderoso, cuyo trono simboliza un asiento de misericordia (Ex 25:22 Versión Estándar Inglesa o ESV, por sus siglas en inglés). Ningún trono está por encima de ese trono y ningún poder es mayor. ¡La oración es un arma poderosa! En Jesús, nosotros también podemos acercarnos a este trono (Heb 4:16).
«Acerca de lo que me rogaste…» (21-38)
Isaías dio la respuesta clara del Señor: una reprimenda y el juicio sobre Senaquerib, quien ridiculizaba al Dios viviente. El Señor defendió a su pueblo enviando un ángel para aplastar al ejército de Asiria y asesinando a su rey por medio de un parricidio. El Señor responde a la oración y defiende su nombre.
Padre, ciertamente Usted es el único Dios verdadero. Ayúdeme a llevarle todo en oración.
Una palabra: Santificado sea el nombre del Señor.