YO SOY, EL QUE HABLA CONTIGO

Juan 4:16-30

“Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.” (26)

Ve, llama a tu marido, y ven acá. (16-26)

El amor de Jesús era muy doloroso y para nada superficial, como un cirujano que usa un bisturí para sanar al enfermo. Él tocó la llaga de ella diciendo: “Ve, llama a tu marido, y ven acá.” Ella dijo: “No tengo marido.” Para sorpresa de ella, Jesús conocía su pecaminoso pasado en la que había tenido cinco maridos y ahora vivía con un novio. Aun así, él no la condenó. Ella reconoció a Jesús como un profeta; le preguntó acerca del verdadero lugar para adorar. Jesús muy amablemente abrió sus ojos en cuanto a que no es muy importante el lugar donde se adora sino el verdadero objeto de adoración, y hacerlo en espíritu y en verdad. El problema de ella era que equivocadamente adoraba a sus maridos. Finalmente, Jesús reveló el verdadero objeto de adoración para todos, él mismo, al decir: “Yo soy”. Emmanuel, Dios encarnado.

Dejando su cántaro (27-30)

Cuando ella probó el agua viva, Jesús, su sed se esfumó. Ella encontró al verdadero objeto de adoración que realmente estaba esperando. Dejó su cántaro ya que su sed había sido saciada. Corrió a la ciudad, donde estaban las personas que antes había odiado, y les dijo cómo resolvió el problema de sed en su vida. Ella los invitó diciendo: “¿No será éste el Cristo?” Ella lo que quiso decir fue: “¡Este es el Cristo, vengan y vean!” El cambio en su vida fue tan poderoso que todas las personas de la ciudad fueron a ver a Jesús.

Señor, gracias por saciar el alma sedienta y agobiada. Eres el verdadero Cristo, ¡el Agua Viva! ¡Úsanos para proclamar las buenas nuevas!

Una palabra: ¡Tú eres el Cristo!